En los últimos años, Amnistía Internacional Perú ha crecido en infraestructura, en personal y en gestión institucional. Eso es importante. Pero la pregunta de fondo sigue siendo otra:
¿Estamos invirtiendo en lo que realmente sostiene al movimiento?
Los grupos de activismo, la membresía organizada, las redes territoriales… fueron el motor que hizo visible a Amnistía en el país. Sin embargo, en los informes financieros, su presencia es cada vez más marginal.
Mientras aumentan los pagos a proveedores, consultorías o servicios técnicos, el tejido humano del movimiento —ese que moviliza, sostiene y representa— no parece estar en el centro.
Esta entrada no busca nostalgia, sino honestidad: ¿podemos construir una Amnistía fuerte, sin cuidar aquello que le dio sentido desde el inicio?
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